El Abadengo
Se supone que el nombre de Abadengo, una de las diferentes especies de señorío que antiguamente concedían los reyes o señores a algún convento o monasterio, proviene de la dependencia de esta comarca a la jurisdicción del abad o abadón de la poderosa Orden del Temple, a la que fue cedido por los reyes del Reino de León. Con la disolución de los Templarios en 1311 las villas pasaron a manos de la Corona, aunque en lo religioso siguieron dependiendo del obispado de Ciudad Rodrigo. Este sistema continuó hasta el siglo XIX con la eliminación de los señoríos y las posteriores desamortizaciones de Mendizábal, que modificaron las jurisdicciones y la propiedad de la tierra.
Los avatares históricos y las luchas fronterizas entre el Reino de León y el de Portugal hicieron que estas tierras sufriesen saqueos e invasiones por parte de los ejércitos portugueses, pese a que históricamente formaban parte de León desde su primera repoblación en el siglo XI. Un hecho significativo fue la pérdida de la región del Riba-Coa por parte de León en el Tratado de Alcañices de 1297, que convirtió todo el extremo occidental del Abadengo en territorio fronterizo, ya que hasta entonces la frontera luso-leonesa se situaba en el río Coa, siendo la única excepción San Felices de los Gallegos, que pasó al reino de Portugal en dicho tratado, retornando de nuevo a la soberanía leonesa en 1327. Como recuerdo de aquellas luchas permanecen inhiestas las torres de los castillos de San Felices de los Gallegos y Sobradillo.
Pero la historia comienza mucho antes en la comarca, tal y como lo atestiguan los dólmenes que se han encontrado. Pero será en la Segunda Edad del Hierro, en torno al año 500 a.C., cuando conocerá una gran expansión, como se puede comprobar por los castros, los verracos, las necrópolis, las construcciones, las estelas y todo tipo de materiales y utillaje. Los pobladores de entonces fueron los vetones.
Con la invasión musulmana se produce un vacío, que terminará con la Reconquista medieval, repoblándose la zona definitivamente y dando comienzo a las diferentes construcciones románicas, góticas o barrocas que hoy podemos disfrutar.
El Abadengo comprende 14 municipios: Ahigal de los Aceiteros, Bañobárez, Bermellar, Bogajo, Cerralbo, Fuenteliante, La Fregeneda, Hinojosa de Duero, Lumbrales, Olmedo de Camaces, La Redonda, San Felices de los Gallegos, Sobradillo y Villavieja. Se considera a Lumbrales como la capital.​
Excepto Bogajo y Villavieja de Yeltes, todos los municipios de la comarca se integran dentro de la Mancomunidad El Abadengo.​ Debido a esto y a su proximidad a Vitigudino, en Bogajo y Villavieja se ha ido diluyendo un poco el sentimiento de pertenencia a El Abadengo.​Limita con Portugal al oeste, La Ribera al norte, la Tierra de Vitigudino al norte y al este, y el Campo de Yeltes y el Campo de Argañán al sur.
Al estar limitada por los ríos Yeltes-Huebra por el Norte, Duero por el Oeste, Huebra por el Este y Águeda por el Sur y Oeste, también se considera la posibilidad de que su nombre procediera de vado, la parte de un río con fondo firme y poco profundo, por donde se puede pasar andando, montado en una caballería o en un vehículo. Otros ríos y arroyos que avenan la comarca son: Camaces, Froya, Campilduero, Morgaez y Cantarranas. Todos ellos se encajan profundamente en el terreno para llegar a los 130 metros de altitud que tiene el muelle de Vega Terrón, donde confluyen el Águeda y el Duero.
El territorio tiene dos grandes grupos orográficos diferenciados. La mitad sur con un paisaje ondulado que va decreciendo según nos acercamos al Águeda (Bañobárez 743m. y Sobradillo 641m.) y con algunas elevaciones, La Berzosa 826m., Picón Bogajo 794m. y el Cerro de San Jorge 826m. Y la mitad norte mucho más accidentada por el encajamiento del Duero, que obliga a sus afluentes Huebra y Camaces a encajarse profundamente en el terreno formando cachoneras o saltos. Además del Puerto de la Molinera está el Moncalvo, la Cabecina y la Peña de la Vela. Hay que destacar la belleza del paisaje, que nos sorprende con escarpadas laderas y profundos cañones, causados por la acción milenaria de los ríos.
Así mismo, hay que resaltar sus bosques interminables de robles, quejigos, endrinos y encinares, que junto con los olivares, almendrales y la pureza cristalina de sus aguas salvajes, convierten al Abadengo en una reserva vegetal y animal donde es muy fácil encontrar, por su abundancia, zorros, jabalíes, castores, nutrias, conejos, perdices, alimoches, ginetas, galápagos, águilas, buitres leonados, garduñas o gatos monteses.
La climatología en esta comarca es más suave que en el "Campo de Salamanca", debido principalmente a su menor altitud (alrededor de 600m. frente a los 800m. de la provincia) y a su proximidad con el Atlántico.
Los inviernos son cálidos, con una media en torno a 6º C en el mes más frío (Enero) y sus veranos son calurosos, con medias alrededor de 28ºC en los meses de Julio y Agosto.
La pluviosidad es más abundante que la media provincial, con unos 700mm. anuales de precipitaciones en forma de lluvia. Las heladas son desconocidas en gran parte del territorio, lo que propicia cultivos semitropicales como naranjos, limones, etc.
Los suelos son pobres, con una cubierta vegetal escasa sobre basamentos de granito y de pizarras que afloran por todas partes. Así se explica que el 40'5% de su territorio se dedique a pastizales, el 17'6% sean bosques, el 14'2% se dedique a caminos, construcciones, etc..., y sólo el 24'7% sea tierra cultivable. Otro dato significativo es que la superficie que se dedica a cultivos de regadíos únicamente es de 42 Has.
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San Felices de los Gallegos, Conjunto Histórico Artístico y uno de los pueblos más bellos de Castilla y León.
La vía férrea de La Fregeneda, declarada BIC y hoy un recurso turístico de primer orden en el Camino de Hierro
El Castro vetón de Las Merchanas, un poblado prerromano con restos de una cultura milenaria desaparecida.
Las actividades industriales y turísticas son escasas, reduciéndose a unas pequeñas industrias agroalimentarias (elaboración de queso de oveja, aceites ecológicos y alguna bodega de vino), bares, restaurantes, comercios y talleres que cubren las necesidades de la zona.
El Abadengo puede presumir de un rico y extenso patrimonio histórico, artístico, monumental y cultural, fruto del paso de diferentes culturas. Pinturas y grabados rupestres, talleres neolíticos y dólmenes son algunos de los vestigios prehistóricos. La cultura vetona ha dejado gran número de restos en castros y verracos, y la romana se hace visible en las calzadas, vías o estelas funerarias.
Iglesias, ermitas, antiguos monasterios, conventos, llamativos cruceros de piedra, fortificaciones, murallas, castillos y torres de vigilancia, palacios y casas señoriales, constituyen un legado secular de miles de años que puede ser contemplado en los diferentes municipios de la comarca.
Una de las grandes obras realizadas se remonta a la segunda mitad del siglo XIX, la construcción de la línea férrea de Salamanca a Oporto, en la que miles de obreros tuvieron que horadar en la roca 20 túneles y salvar los desniveles del terreno con nueve puentes, sobre todo en el tramo final de La Fregeneda.
A esta enorme riqueza patrimonial se suma como contrapunto el contar con el Parque Natural de Arribes del Duero, que supone un conjunto de altísimo valor medioambiental.
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El paisaje que resulta es muy variado, imponiéndose los pastizales y el monte, lo que le da su aspecto agreste, destacando las desconocidas y bellas "Arribes del Águeda".
Un sector en el que destaca claramente esta zona es en el ganadero, contando con una importante cabaña de ganado vacuno y porcino (Sur y Este) y lanar (Norte). La leche de oveja proporciona la materia prima para un extraordinario y sabroso queso artesanal de fama reconocida, no sólo en Salamanca, sino en toda España.
Demográficamente esta zona ha conocido una de las mayores catástrofes de la provincia. Desde mediados de siglo ha ido perdiendo población, debido a unas fortísimas migraciones de tipo económico, que han reducido a la mitad el número de sus habitantes. Si en 1.950 el Abadengo contaba con 11.874 habitantes, en 1.991 sólo le quedaban 5.251 y continúa descendiendo. Además hay que pensar que aproximadamente el 30% de la población tiene más de 65 años, lo que nos lleva a entender el porqué del crecimiento natural negativo de esta zona.
El Baile de la Bandera conmemora la victoria del pueblo sobre el Feudal del castillo de Hinojosa de Duero
Los hombres y mujeres que a lo largo de los siglos han vivido en esta tierra han legado un sinfín de tradiciones y celebraciones, algunas de las cuales conservan ritos y costumbres ancestrales, exclusivas de esta zona. A los típicos encierros y corridas de toros, a veces en plazas de carros, se añaden bailes de la bandera, bailes tradicionales, subastas de roscones, procesiones, fiestas de madrinas, romerías, carreras de cintas, hornazos campestres y hogueras de ramas de jumbrio (enebro) para rendir homenaje a los santos, a la Virgen María o a Jesús en forma de crucificado o nazareno, patronos sempiternos de estas tierras.
Junto a estas tradiciones ha llegado hasta hoy una interesantísima arquitectura popular basada en la piedra arenisca o la pizarra. Pero sobre todo en el granito aprovechando los recursos naturales. No sólo se aprecia en las propias viviendas sino también en otras construcciones, como vistosas portadas o portales, corrales, chozas, casitas, tenadas, lavaderos, fuentes, cercas y puentes, pontones y molinos a lo largo de sus numerosos ríos, arroyos y riveras.
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A todo esto hay que añadir una extensa, exquisita y variada gastronomía, herencia también del paso de los tiempos. Así tenemos desde la calidad de los embutidos de carne de cerdo, en ocasiones hechos con las viejas recetas de las matanzas tradicionales, pasando por la carne de ternera, cabrito o cordero hasta los excelentes quesos de leche de oveja, los llamativos hornazos y los no menos gustosos dulces típicos como mantecados, perronillas, repelaos, flores, obleas, roscas, queso de almendra....
Para el futuro viajero las épocas ideales para visitar esta zona son primavera y otoño. En primavera, la vegetación adquiere los tonos más hermosos a causa de la floración de sus variadas plantas, mientras que en otoño, predomina en sus campos el amarillo-morado de las hojas de sus numerosos viñedos después de la vendimia.